La evaluación debe de realizarse siguiendo una serie de directrices, pero además siguiendo un criterio personal. Tras un largo trimestre teniendo contacto diario con los diferentes alumnos, el docente puede llegar a conocer muy bien el progreso, situación familiar y dificultades que tiene el menor. Debe de valorarse todo el conjunto, de modo que un niño que se haya esforzado durante todo el curso debe de ser premiado aunque no haya llegado al nivel académico de otros alumnos. Por lo contrario un alumno que tenga un nivel alto ya sea superdotado o no, sino se esmera y se esfuerza diariamente no puede ser premiado, sino que debe de tener una penalización en sus calificaciones, aunque en los exámenes saque buenas notas.
Bajo mi criterio, siempre se
debería de premiar un poquito al alumno
que se esfuerce, para que así se anime en su camino y vea que todo esfuerzo
trae consigo una recompensa.
Por otro lado las notas de los
exámenes sirven para ver, con unos datos contrastados y veraces las
dificultades que pueden presentar los alumnos para así poder subsanarlas y darles una solución. Así en los casos con dificultades más pronunciadas
se puede llevar una actuación más específica o en su caso una adaptación
curricular. La labor de la familia es
crucial en lo dicho anteriormente ya que de nada sirven las medidas que lleve a
cabo el docente para hacer frente al
proceso académico del menor si en sus
respectivos hogares no colaboran a que
dichas medidas se cumplan.
El papel de los prácticos en las evaluaciones está siendo muy
importante, ya que al estar dos personas
educando y pendientes de los alumnos, la percepción es mucho más concreta y
objetiva que si lo hace una persona solamente, por lo que los detalles que al
tutor/a se le podrían escapar, el práctico los percibe y se los trasladara al
mismo/a. Sin olvidar la ayuda tan grande que tiene sobre el docente, quitándole
bastante presión en su labor y por lo
siguiente haciendo que pueda realizar con mayor eficacia su trabajo.
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